Volcán (Pexels)

La vida de las palabras: «malpaís»

20 de Septiembre de 2022

La amplia repercusión que tuvo, hace un año, la erupción del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma llevó a la generalización de términos como enjambre sísmico, colada, erupción estromboliana, cono volcánico, tremor o piroclasto que, poco a poco, se han incorporado al caudal léxico común. Una vez que el volcán dejó de rugir, un malpaís silencioso pasará a dar nombre a esa nueva orografía trazada por la erupción y quedará como recuerdo de aquellos ríos de lava que durante casi noventa días buscaron su camino hacia el mar para formar nuevas fajanas.

¿Cuál es el origen de esta palabra? ¿Cómo ha evolucionado su uso? ¿Cómo se llegó a su significado actual? En una nueva entrega de «La vida de las palabras», una serie de artículos dedicados a bucear en los orígenes de algunos vocablos, hablamos de malpaís. La página web de la RAE incluye una serie de recursos externos entre los que se encuentra el Diccionario histórico del español de Canarias (DHECan). Este repertorio se ha integrado en el Tesoro de los diccionarios históricos de la lengua española (TDHLE), un recurso confeccionado por la RAE y de consulta imprescindible para el Diccionario histórico de la lengua española (DHLE). 

El poeta canario Carlos Pinto Grote definía su patria como «un negro malpaís» y quizás no hay palabra que describa de una manera más ajustada el aspecto de ese terreno tan impresionante y a la vez tan desolador que dejan las coladas de piedra incandescente una vez que se enfrían. Para la cubana Dulce María Loynaz, premio Cervantes en 1992, se trataba de un vocablo muy «sugerente» que aparece en las viejas crónicas de la conquista de las islas y que recuerda la dureza de un suelo inhóspito incluso para «los recién llegados labradores de Extremadura o Castilla la Vieja» que poblaron Nivaria (Tenerife).

Lo realmente curioso del empleo de este compuesto malpaís es que su registro documental en las islas es anterior a la generalización en español del préstamo galo pays. A principios del siglo xv, como fort pays o mauues pays los conquistadores franceses Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle calificaron la región del barranco de Pozo Negro, en Fuerteventura, en alusión a la lava que formaba su escabroso fondo y que retrasaba el avance de sus correrías. Un siglo más tarde la palabra aparece perfectamente integrada en el habla del archipiélago y en su toponimia, de tal manera que el 15 de diciembre de 1500 el gobernador de las islas otorgaba al sobrino de Ruy Blas, abad de Daute, un conjunto de tierras delimitadas por «el río e barranco de Ycode, arriba en las fayanas de encima del dicho barranco una faya que de la parte de encima parte como un barranco más alto y de la parte de abaxo con otro barranco luego primero y de la parte del malpaís con unas matas de breço aguas vertientes».

Varias crónicas de las erupciones históricas también dan cuenta del registro y significado de esta voz. Aparece citada, por ejemplo, en la carta de 18 de diciembre de 1646 en la que don Alonso de Inclán y Valdés, corregidor de Tenerife y La Palma, anunciaba al rey Felipe IV el final de la erupción del volcán de Tigalate (o de Martín), un episodio que se había iniciado el 2 de octubre de aquel mismo año: «Salieron seis ríos de fuego [...], y desde el primero al último río coge una grande legua, sin que en este medio quede otra cosa que mal-país que así llaman la tierra inhabitable por estar cubierta de piedra quemada».

Como sucedió con otros muchos canarismos, el compuesto pronto cruzó el Atlántico, como recoge la Crónica de la Nueva España, de Francisco Cervantes de Salazar, de 1560, cuando describe la zona de Yucatán «toda como un peñasco, y así la llaman malpaís, apenas se vee tierra» (CDH). Y de este empleo americano derivarían las formas malpaisal y malpaisera, que el Diccionario de americanismos de la ASALE localiza en El Salvador con la acepción de ‘terreno volcánico’.

Tomado del vocabulario de las islas y como referente de uno de sus ecosistemas más singulares, malpaís pasó a integrarse en la terminología propia de la geología. Así lo señaló por vez primera el DRAE en su edición de 2001 y con similar adscripción lo registra en la actualidad el Diccionario de la lengua española (DLE): «Geol. Campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida». Para los canarios, acostumbrados a convivir con una naturaleza de origen volcánico, malpaís (y sus variantes malpeí o malpeís) continúa siendo voz muy frecuente y una de las señas de identidad de su paisaje. Como tal, puede hacer alusión tanto a los terrenos de lava modernos (los generados por la erupción de Cumbre Vieja) como a los numerosos parajes naturales protegidos formados por coladas antiguas.

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